El aeropuerto de Newark y sus luces-espía encienden el debate de seguridad frente a privacidad

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Los viajeros que visitan la terminal B del aeropuerto internacional Newark Liberty en Estados Unidos tienen nuevos compañeras de viaje. Se trata de las luces que hay instaladas en los techos, y que cumplen tanto esa función como la de poder vigilar a los viajeros.

Las bombillas LED instaladas integran también sensores y ocho cámaras que forman parte de una red inalámbrica que recolecta información con la que entre otras cosas se pueden identificar largas colas de gente, pero también matrículas de coche o incluso actividades sospechosas. Y eso, claro, da pie a un nuevo debate sobre la privacidad.

La excusa de los responsables del aeropuerto es la de siempre: el sistema promete una mejor gestión de la seguridad incluso de la gestión de la terminal si se detectan esas largas colas de las que hablábamos —aunque suponemos el personal del aeropuerto debería avisar si las ve igualmente.

Pero los defensores de la privacidad lo ven de otro modo. Existen riesgos de invadir la privacidad de los viajeros y de hacer un mal uso de la información. Fred H. Cate, director del Centro para la Investigación de Ciberseguridad Aplicada en la Universidad de Indiana, calificaba las posibilidades de esa mala utilización como “aterradoras“.

Los responsables del aeropuerto aseguran que solo ellos tendrán acceso a la información recolectada y que ninguna otra agencia podrá obtenerla salvo orden judicial, pero el discurso nos suena demasiado. Y parece que esto es solo es el principio.

Las luces espía, en ascenso

La iniciativa del aeropuerto de Newark es solo una de las muchas que se están poniendo en marcha. Empresas algo desconocidas como Amerlux y gigantes como Cisco y Philips están trabajando en este tipo de sistemas de iluminación en los que esa parte —la iluminación en sí— es solo un componente de dichos desarrollos.

En Las Vegas se está probando un sistema de iluminación para sus calles que puede reproducir audio, mientras que en Coopenhague se están instalando 20.000 farolas como parte de un sistema que permitirá controlar el tráfico, monitorizar los nuveles de dióxido de carbono o incluso detectar si los contenedores de basura ya están llenos. Recientemente hemos visto también la implantación de farolas en Murcia que permitían recargar el móvil.

Todos estos desarrollos son sin duda interesantes, pero a ellos se unen aquellos destinados a convertir en esos sistemas de iluminación en grandes centros de recolección de datos sobre las personas que pasan por esos puntos.

Las propuestas comerciales abogan por los beneficios de estos sistemas, pero pocos parecen de momento considerar los riesgos para la privacidad. Hugh Martin, CEO de la empresa Sensity que precisamente fabrica sensores para este tipo de instalaciones, hacía esa reflexión: “No digo que sepamos cuál es el punto de equilibrio exacto, pero hay un montón de valor creo, si aprovechamos bien esta inofrmación“.

Este mismo directivo afirmaba que era necesario pensar con detenimiento cuáles eran las ventajas e inconvenientes de estos sistemas, y confirmaba que este tipo de soluciones que aprovecharán ese mundo hiper-conectado que nos espera tendrá que prestar mucha atención a un apartado que de momento muchos parecen obviar: el de la privacidad de los usuarios.

[Fuente de Xataka]

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